El Calabacino, defendiendo una forma de vida

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Os presentamos a nuestra amiga y colaboradora Sete, y a su trabajo.

23 | 09 | 2017

Queridas y queridos donantes (y aspirantes), como avanzábamos ayer, vamos a presentar a algunas de las personas que nos echan una mano con sus trabajos y estudios. Sete prefirió declinar aparecer en vídeo ("siempre se me da mejor escribir que hablar", decía), pero se ofreció a contárnoslo por escrito, así como a compartir algunas de sus fotos. Entre las especies que aparecen en las fotos que os mostramos, Sete es la sapiens sapiens. ;)

"Me llamo Sete, soy bióloga y actualmente estoy haciendo mi tesis doctoral en el Departamento de Biología de la conservación de la Estación Biológica de Doñana del CSIC, en Sevilla. Siempre he estado muy unida al campo, así que me parece un privilegio poder participar activamente en la conservación de nuestro patrimonio natural.

En el Calabacino, junto a mi compañero Juan, estamos realizando un estudio de biodiversidad asociada al modo de vida de los pobladores de la aldea. Yo me estoy encargando de evaluar como es estado de conservación del entorno natural, es decir, la calidad de nuestro hábitat. Y esto lo hago basándome en protocolos que  evalúan el estado de conservación de nuestros cursos de agua naturales. Para esto se utilizan unos indicadores ambientales como son la vegetación natural de las riberas y la diversidad de invertebrados que se encuentran en ellas.

También estamos inventariando los puntos de interés para la reproducción de fauna amenazada como son los anfibios, es decir, nuestras ranas, sapos, tritones y salamandras. Este grupo de animales no es tan llamativo como lo puede ser el lince ibérico o el águila imperial, pero también están protegidos y necesitan de nuestra colaboración para poder persistir en paisajes que cada vez están más transformados por el hombre.

Como elemento fundamental para la vida, los cursos de agua naturales han gobernado tradicionalmente el modo de vida de los asentamientos humanos. Ahora son otros los que se encargan de llevar el agua potable a cada casa, así que en general nos hemos desentendido bastante de esta responsabilidad. En esta aldea se da la peculiaridad de que el modo de vida aún se vincula mayoritariamente al agua que nos proporciona la naturaleza. Después de sufrir el abandono de la zona, los nuevos pobladores han recuperado numerosas albercas, acequias y fuentes, de las que riegan sus huertos y beben. Además se preocupan por mantener una calidad del agua inmejorable porque también de ello depende nuestra salud. Esto resulta muy beneficioso para los anfibios ya que encuentran zonas donde poder reproducirse, con disponibilidad de agua limpia para el desarrollo de sus etapas larvarias, que dependen de estas condiciones para sobrevivir y llegar a adultos. Estas buenas condiciones escasean cada vez más en nuestras sierras por el abandono de los usos tradicionales del campo y supone un grave problema de conservación.

Actualmente la convivencia y respeto entre las actividades humanas y la naturaleza es uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos en un mundo cambiante dominado por la globalización. Sin embargo, la vida en esta aldea es una buena muestra de que es posible. Y también un buen ejemplo de que la recuperación de la vida rural es una pieza clave para la conservación de los ecosistemas. Por esto, al igual que nuestros valores naturales, la vida rural debe ser defendida y protegida, actuando de freno para el acelerado cambio global al que parece que estamos destinados."  

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